Sino… ¿para qué?

A mi me encanta vivir.

Y sentir. Y dejar al aire acariciarme la cara.

Permitir a mi pelo despeinarse.

Y a mi mirada llorar como una niña.

A mi me flipa arriesgar.

Apostar.

Y ganar.

O aprender.

Y llevarme tanto aprendizaje que no me quepa en la memoria.

Pero vivir. Vivir intensamente. Vivir a fondo.

Vivir con todo.

Porque… sino ¿para qué?

A mi me encantas tu. Y el nosotr@s.

Y la magia de esta mirada, contenida, mantenida y llena de vida.

De seducción. De deseo o de admiración.

De risas o de amor. Pero de vida.

Nosotr@s.

A mi me apasiona pensar y debatir.

Discutir y rebatir.

Y no llegar a ningún sitio, no buscar conclusiones.

Sino el mero y valioso privilegio de una conversación compartida.

Y es que la vida es eso.

A mi me pone que la vida me brinde, me rete, me busque y me encuentre.

Me gustan las personas. Y las que contienen tesoros… más aún.

Las que entienden de lealtad.

Las valientes que defienden el amor. Con mayúsculas.

Mayúsculas su valentía.

Me pirran las personas divertidas, no fáciles, divertidas. Alegres.

Cómicas, filósofas con patas. Sonrisas con alma. Tesoros que la vida regala.

Muchas veces personas con grietas, por donde emana su luz.

Y me gusta el silencio. Valioso silencio. Mágico silencio. Donde emerge el ser.

La esencia.

El pensamiento solitario, regodeándose con la lógica,

retando al miedo, buscando la ilusión.

Y la vida sube y baja. Y yo la sigo. Persigo. Descubro.

A veces sudas, otras veces bailas. Pero vives.

Porque la vida es eso.

Vamos con todo. Sino ¿para qué?

A mi me pone contenta cumplir años,

porque no se me escapan, los quemo, los vivo, los siento.

¡Y lo que queda!

Llevo un tiempo en mi. Sintiendo… me. Viviendo… me.

Y qué gozada la vida.

¡Porque la vida mola!

Y contigo más.

Espero tanto de ti… Como de mi.

¿Bailamos?

Las estrellas miran, observan, escuchan… las veamos o no. Ahí están.

Yo apuesto por la vida.

Con todo. Sino ¿para qué?

Viva. Más que nunca.

La suelta.

P.D.

Qué gusto sentir como mi escritura matutina os buscaba esta mañana, me arañaba las entrañas, para emerger tan bonitas letras.

Qué gustazo volver. Escribir. Sorprenderos.

Pero sobre todas las cosas… sorprenderme.

Y por encima de todo esto: Ser.

Estar en mi.

Y por un breve espacio darle paso a la suelta…

¡Qué gustazo!

La vida. Cabrona.

La vida continúa. No para. No tiene pausa. No hay anuncios. No descansa. No da respiro. Continua. Pase lo que pase. Te guste o te disguste. A veces parece ir más lenta. Óptica caprichosa.
Pues la vida sigue. Aunque a veces te de un zarpazo y te deje inconsciente, vapuleado, sin ganas o deprimido. A lo suyo.
Ya puedes estar tu triste, sin energías, sediento, sin ánimo. Ella rueda. Camina, sin paradas.

No hay fuerzas, no hay motivo, no hay risa compartida.

No hay alegría al final del día.

La tristeza inunda, moja, embriaga. No la querrías. Pero allí está.

No la llamaste, llegó sin previo aviso.
El banco no llama: «no sufra amigo, este mes no cobramos»
La vida… tan amiga. O Tan poco.
Te impone. Te ordena. No pares tu sigue.
Cada día amanece. Sin tregua.
Y te vence.
A impulsos te dejas: «lo dejo. No sigo. No quiero. No puedo. Que paren, me apeo»
Pasa de ti. Altiva, distante.
Apartas la locura: «¿Qué digo? ¡loca!»

O no. ¿Para qué, a veces, la vida?
Nadie responde, si es que hay alguien que escucha.
Sin respuestas. Pero preguntas… tantas.
Injusticia, presente.
Y a ratos cuestionas «¿será esto una broma de mal gusto? Simplemente…»
La vida, otra vez, te exige. Te pide.
Llora, te grita.
No te conoce. O te sabe tanto.
Y te cae un periódico. Un titular, sabiamente hilado. Un corrupto. Un crack.

Una noticia que sabe a ultracosmos. Lejana. Injusta. Ajena.
La vida, dispar. Desequilibrada. Suya. Impuesta.
Cierras el periódico por el peligro real de convertirte en terrorista, sicario, poseída.
El tortazo de la injusticia. ¡qué amargo!. Cruel. Impuesto.
Consejos. Guías de instrucciones. Recomendaciones. No valen para nada.

Llevadme, que no puedo.
La vida me vence. Me ha vencido, ya no soy.

Como el cenicero atiborrado de colillas, de ceniza y porquería en el último rincón del bar.
Sucia. Pringosa. Miserable. Olvidada.

Tu vida. O la mía.

Hoy triste, ¿por qué no?

 

La Suelta.