Plan de domingo.

Nunca te han gustado los domingos. Pero si son lluviosos menos. Y si no hay plan y ni un duro. Directamente deberían estar prohibidos. Son una tortura mental. No fomentan, no aportan. Chupan energía positiva. La tarde de domingo se convierte en una lucha mental contra todo lo que hay que hacer en lunes. Deberían teletransportarnos después del vermutito del domingo a las 12:00 del lunes, como mínimo.

¿A quién se le ocurrió semejante día?

Y además este domingo estás especialmente de mala hostia. No sabes por qué. Habéis decidido poner en marcha una campaña de “mierdas las justas” en casa, se va todo fuera lo que no necesitáis. Quizá habéis escogido un mal día de la semana. Pero ahí va.

Cada objeto que coges es: «esto no lo uso… pero… ay! Qué penita! Jolines. Lo guardo. Quizá más adelante, lo necesite. Para… dejar, reciclar, guardar, escribir. No puedo tirarlo. Es muy valioso. Este artilugio me recuerda a cuando… este pañuelo hortero a rabiar me lo regalo… no puedo tirarlo.» Y te vas cargando tú. Las cosas del otro las quemarías todas. No sirve ninguna. Todas son cagamandurrias.

Te sientes rellena de mala leche, como un bollito. Todo está mal. Nada te parece bien.

A la media hora de empezar, paras. ¡Qué hambre por Dios! Cariño, tengo hambre he de parar… le dejas a él sepultado en cajas, trastos y viejos tesoros.

Vuelves… al cabo de una hora, cafetito, bocata, revista y seguimos.

Empiezan las desaprobaciones, todas hacia él:

– Eso ahí no, rey.  Que no ves que eso así no se hace.  ¡De verdad! Cariñito, Que es que no te das cuenta que así no funciona!. ¡por dios, amor, que la cabeza está para algo…!

– Me voy a hacer un pipi.- Vuelves… quizá peor.-

El chico pone voluntad. Su rendimiento es casi el doble al tuyo, lleva todo el trastero limpio. Tú miras, opinas, dudas y vuelves a dudar… y esta mala leche interior que te inunda… vuelves a increparle. Sin venir a cuento y lo sabes… te escuchas y te odias, internamente, en silencio. Hay una vocecita interna, amiga, que te dice: «cuca, ¡así no!. Cambia el registro.»

Él suspira. Y tú respondes:

– ¿suspiras????

– déjame al menos suspirar. – responde él-

Se hace el silencio.

Él te mira:

– ¿cariño?… – se piensa la pregunta, te mira como pidiendo perdón, te busca la mirada.-

Tú te lo quedas mirando, piensas que qué debe ser eso que le cuesta tanto pronunciar estás a una coma de enfadarte… por… por… si acaso!!

– Cariñito, ¿te ha de venir la regla?

Pregunta nefasta, mazazo al domingo, crash matutino, te sientes ofendidísima, ¿cómo se atreve?, será insensible… pedazo de ….

– Me ha de venir…

Piensas en qué semana estás y caes en la cuenta que estás a puntito a puntito…

– Me ha de venir… ya. Mañana o pasado. – Lo dices en susurro, en voz débil. Pasan ante ti todos los apelativos destructores que le has dedicado en esta mañana de domingo. Quieres rebobinar la cinta, volver a empezar, cerrar el pico, sufrirte tú a solas. Te sabe mal por él. También por ti: tú eres la hormonada. Y no te has visto venir.-

Se hace el silencio…

Empiezas a reírte. La verdad, visto desde fuera tiene su gracia. No sabes si te ríes de ti, de él o de los dos.

A quien se le ocurre encerrarse en un trastero un domingo en estas condiciones.

Te lo miras, tiernamente, no sabes porqué, pero esa carita de pena al preguntar, ese aguantar y no decirte claramente: “¡vete a la mierda, histérica!»

Decidís largaros a tomar el aire, tocar la lluvia, pisar los charcos, desvestir el domingo y arrancarle minutos. Habéis decidido reíros de vosotros y de lo raro que es este mundo.

Hoy es domingo, lluvioso, tedioso, sin plan, sin un duro y a puntito de regla. No puede haber mejor plan.

La tarde de domingo sólo acepta un plan: películas. A ver si te deja escoger a ti una romántica que acabe en besito, en te quiero y eres lo mejor que me ha pasado.

Pasando de dramas existenciales.

 

Hormonada.

La suelta.