Momento de mujer.

Tarde anodina. Momento sin importancia. Haciendo zaping en el sofá. Por vaguear, por zarandear un poco los canales, algo que te entretenga, que te divierta. No quieres pensar, te da palo todo. Pereza innombrable siquiera el verbo levantarse.

Y en éstas estás cuando te tropiezas con un documental dedicado a la más atemporal, a la única, según dicen, que la Sala Christie a dedicado un “homenaje”, un mito viviente. El documental está lleno de declaraciones, versiones, entrevistas de conocidos, de sus comienzos, anécdotas. Es curioso que siempre sale el primero que la encontró que ya pensó que sería alguien… Y entre personaje y personaje, ella, en imágenes, en vídeos. Ella en mil versiones, vestida, desnuda, maqueada, descarada. La ponen en negro, en colores, de cualquier manera está increíble. Es Exhuberante, felina, delicada, auténtica. Pequeña. Es la sensualidad hecha mujer, misteriosa, voluptuosa y rabiosamente divina. En términos físicos insignificante. No puedes seguir zapeando entre canales, te tiene capturada, secuestrada. No puedes quitar la mirada de la pantalla.

Simplemente perfecta. Agresiva. Demoníacamente erótica. Sexual y a la vez aniñada.

Sabes que no hay photoshop. Y sigue estando Fantástica.

Viendo una mujer así, hasta podría hacerme bisexual…

Un icono. Vivo. Y “de moda” desde hace más de 20años… superará a la coca cola. Beberemos el sustituto de la coca cola y Kate Moss seguirá dando caña.

Porque de la coca cola se han hecho imitaciones, pero Kate Moss sólo hay una.

Y dan datos:

Mide 1,62. Como yo. Ojos castaños. Como yo. Apenas 50kilos, no llega.

Y piensas: “vaya, como yo. Bueno peso 5kilos más, pero están bien repartidos, fijo. “

 

Y la miras y se rellena tu cuerpo de cochina envidia. La ves moverse con esa chupa de cuero negro, igualita a la tuya, al son de la música. Y piensas honestamente: ¡qué jodidamente injusta es la vida! ¿A ver qué combinación de genes hace que una salga así y la otra asá?… IN-JUS-TICIA!

 

¿Quién me ha jodido!? ¡Yo también puedo!.

Apagas la tele en un arrebato de hacer justicia, te sueltas la melena y te quitas la atemporal, pero poco glamurosa coleta de caballo. Te maquillas con acierto y picardía. Te pintas los labios de rojo pasión. Te enfundas unos vaqueros, tu top más in, tu chupa de cuero y pones a toda leche Tormenta de Arena de Dorian, cada una tendrá la suya, pero a ti te ha dado por ahí…

Y pones el vídeo a grabar. Te olvidas de la cámara y la emulas, te pierdes en la música. Y le envías los mejores besos eróticos a la cámara… y bailas, saltas y posas. Cual sirena exótica y sensual en que te has convertido. Piensas tú. Cara así, careto asá.

Se para la música.

Silencio.

Paras la grabadora. Rebobinas y le das al play.

Te miras… el horror es poco comparado con lo que sientes. Si querías ser una sirena te pareces más a un elefante marino. Si querías parecerte a la Kate Moss más bien tienes un aire a la Belén Esteban… Asumes que Kate sólo hay una con su 1,62. Y que tus 5kilos no deben estar tan bien repartiditos. Debe fallar la grabadora. O el número de color del pinta labios debía ser otro. Algún pequeño error de cálculo.

La injusticia existe.

Pero te lo has pasado pipa.

Eso sí le das a borrar al vídeo. Importante. No se acumularan dos errores de cálculo…

 

Envidiosa

La Suelta.

50 sombras… a secas.

Me planto en el cine a ver la archiconocida y publicitada mundialmente 50 sombras de Grey. Y hay algo que, definitivamente, no entiendo: que el nuevo ídolo sexual tenga un ojo más grande que el otro, que tenga la boca rara, de pajarito, y que pienses que no te pone…. ¿Esto es normal? ¿No había más tíos buenos en el mundo? La directora de casting estaba muy mal. Creo.

Voy a verla, simplemente porque hay que verla. Ver de qué habla la gente. El libro no he podido leerlo: imposible superar la página 50. Infumable. Pero hay que verla.

Pero que en toda la película haya dos frases buenas, dos y localizadas. Después os las cito a las que no hayáis visto la película y así os ahorráis el esfuerzo, los 7€ de cine y la vergüenza ajena de ver tal cúmulo de idioteces y artificialidades. De prejuicios para nuestras chicas vírgenes. Y al fin y al cabo tal grado de tontería en una película que pretende ser la versión cinematográfica del libro porno de culto por excelencia y a lo máximo que llega es a bajarle las bragas. No, creo que no me cuela. No acepto a Grey como chico cañón, me quedo con el Mickey Rourke de 9 semanas y media.

Hay algo malentendido. Será la censura. El afán de recaudación o una campaña de marketing brutal. Pero no me puedes poner a un tío que no soporta su cara un primer plano. Que no sabes qué ojo mirar y que no hay química entre sus personajes. No hay diálogo, historia, no hay argumento. No hay nada. Bueno sí: una inmensa colección de inservibles látigos.

Yo no sabía muchas cosas del sexo, me declaro una ignorante. No sabía que debía coger un helicóptero para ponerme cachonda, no sabía que me tenían que llevar en ultraligero ni firmar un contrato sin luz. Porque el momento en que firman el contrato no hay luz. No deben poder leer ni una letra. Pero eso sí: con copa de cava. Imprescindible para la firma de cualquier contrato. Absurdo. Claro. Todo: la copa +la falta de luz + intento de revisión de puntos de contrato. Todo.

Por otra parte propaganda a saco del sado, el maltrato. La habitación roja… pero ella no parece sufrir hasta cuando lo pide, después se enfada y se larga, sin dejarle a él ni darle un beso. Actitud de niñata. Tú lo has pedido. Pues ahora te quedas y le haces algo…. Nada. ¿Esto es porno? En todas las escenas, mucha esposa, corbata y más tonterías, pero no sufre. En una quizás, tal vez, probablemente, a lo mejor, se le eriza la piel, pero si usas un hielo y te tapan los ojos. Vamos que es de cajón que algo te retuerzas o te cagues en su puta madre.

La única parte realista de toda la película es que me pareció que en algún momento se ponía un condón… que muchos Greys actuales ni eso. Me parece correcto y oportuno. Pero eso es un tema que a muchas las desentona. Así que en una película que no paran de montar prejuicio encima de prejuicio éste se lo podían ahorrar.

El vestuario de la chica deja un poquito que desear. Vamos que esos zapatos… esas camisas de florecitas… no te diré que te enfundes un mono animal print. Ni ir todo el rato con tacón de aguja, pero entre que la pintan vírgen, sumisa y tonta. Sólo sabe morderse el labio inferior (a partir de ahora veré a muchas chiquillas mirando al chico que les mola mordiéndose el labio inferior… ellos no entenderán una mierda y ellas se sentirán erróneamente enormes. Bien). Es su manera tímida y comedida de decirle a Grey que la está… inquietanto. Diría poniendo cachonda, pero es que en la película no usan estos términos. De hecho no usan ningún término. Porque por no haber no hay ni diálogo.

Y la escena que me parte en dos es cuando se la tumba encima de las piernas y le da cuatro azotes en el culo, “¡¡porque ha sido mala!!”, le suelta!!. Vamos que mi chico me da cuatro azotes en el culo porque me he portado mal y del guantazo que le planto en la cara le dejo los cinco dedos marcados. Y de cachonda nada. Más bien me pondría de una mala hostia que para qué!

En fin que salimos del cine echando humo, yo riéndome a carcajada limpia y pensando que tal vez deberé pintar mi habitación de rojo… pero sólo de pensarlo… ¡¡qué estrés!!!

¡Ah! No me acordaba de citaros las dos frases buenas de la película, al inicio de todo cuando ella parece querer saber de él. Él le dice: “no soy bueno para ti, aléjate de mí”

Vamos que es la mejor frase para que no se te desenganche la chica de tu culo, será tu espía, tu sombra. Ahí consigue su propósito: que ella se muerda el labio inferior.

Y la otra frase medio buena es: “pero qué me has hecho, yo no hago esto con ninguna mujer.”

Ahí le has dado, porque pensar que eres diferente, única, que consigues algo más que toooodas las anteriores. Esto pone. Directamente. Más que cualquier látigo.

Espero con este post. Que una de vosotras, sólo una, consiga repensarse el ir al cine a ver esta pantomima de lo  que es el apetito sexual, la líbido, de una historia de química y de atracción entre dos personas. Porque eso no te lo da un helicóptero, una copa de cava, ni un piano. Te lo da la mirada, la complicidad, el amante, que te lean el pensamiento. El apetito sexual es hambre. Son ganas. Y eso no se fabrica. Existe o no existe. Ni se crea ni se destruye. Se transforma. Y depende de la composición de dos personas. Así de simple.

Pero crear estereotipos absurdos me parece una manipulación a gran escala. Y el sentirse sometida, dominada, está guay. Puede poner. Pero dentro de unas formas. De un permitir. De un juego. Pero siempre con contenido. Me parece hueca la historia, vacía, sin contenido.

Simplemente.

 

Alucinada.

La Suelta.

Hacían P.4… continuación.

Volvió a casa llorando, las lágrimas brotaban de sus ojos, recorrían sus mejillas y caían. La tristeza más honda, más pesada, más gris, inundó su cuerpo. No tenía fuerzas. Sólo quería que el mundo apagara las luces. Pero sobre todo quería no sentirse colgada de aquel chico que no la deseaba. Que no se fijaba en ella.

Y pasaron las novias, ella aprendió a mirar y callar, a escuchar las historias de él, a darle consejo incluso, mientras el corazón se le encogía. Le seguía preparando la copia de los apuntes, nada podía hacer. Su amor era mucho más grande que su dolor y resentimiento. Él nunca le prometió nada, nunca le mintió, ¿por qué debería odiarlo? No podía odiarlo. Sólo tenía un sentimiento de querer cuidarle, quería que él fuera feliz. Lo demás le importaba poco. Ella le seguía teniendo presente en cada uno de sus actos. Sin poderlo evitar él ocupaba todos sus pensamientos, sus intenciones. Se sentía vencida y dependiente. Pero ya no luchaba contra ello.

Y llegó la fiesta de final de curso. De COU.

 

Después de bailar, beber, reír y hacer el burro, juntos. Él no se separó de ella en toda la noche, estuvo pendiente y la miraba cuando reía, embelesado. Ella iba muy guapa, con aquel vestido, con el pelo suelto y un no sabía qué que le tenía flipado, no podía dejar de mirarla, aquella risa le hacía sentir bien.

Ella pensó que si la felicidad existía era lo más parecido a esa sensación.

Y una esquina antes de cerrar la fiesta, encender las luces, irse todos a desayunar… él la miró a los ojos y después detuvo su mirada en aquellos labios, que se le antojaron sexys. Deseó besarla. Y la volvió a mirar a los ojos. Ella lo miraba expectante, con los ojos abiertos como platos, las mejillas hirviendo y las pupilas dilatadas. El corazón sintió que se le iba a salir del pecho. Se quedó quieta y le vio lentamente acercarse a sus labios. Él se detuvo un centímetro antes de tocarla. Con sus dos manos la cogió tiernamente del cuello, levantó su barbilla hacia él. Y acto seguido la besó. Tan delicada y suavemente. Con tal elegancia. Que ella supo que no besaría a nadie más en su vida. La certeza se convirtió en mayúsculas, cerró los ojos y se dejó llevar.

Sus lenguas se conocieron, al principio lentamente, después la premura, el deseo, las hormonas y el descubrirse hicieron el resto.

El la cogió de la mano y se la llevó de la fiesta, se la llevó para quedársela, para nunca más separarse de ella, para seguir mirándola y mimándola toda su vida. Para conseguir su felicidad. Y ella con su risa hacía el resto.

Empezaron a caminar juntos en aquella fiesta de COU. Y nunca más se soltaron de la mano.

No comieron perdices, pero tuvieron dos hijos. Hoy los puedes ver serenos y tranquilos, con el sosiego que te da haber encontrado el amor de tu vida, haberlo reconocido y poderlo abrazar hasta que la vida se reescriba.

Ella siempre podrá decir que se dejó besar por la felicidad. Que su niña saboreó el cielo. Y allí se quedó.

 

Con cariño.

La suelta.

Queridos Reyes Magos de Oriente.

Os escribo mi carta de reyes ya digo que sin ninguna esperanza…

Pero si ni la escribo. Siempre podréis decir que no os lo pedí.

Y a mí me cuesta un suspiro escribir.

 

Os adelanto que intenté portarme todo lo bien que la teoría me decía…

Pero llevarlo a la práctica se me ha hecho directamente imposible.

Intenté enfadarme menos, es mi punto negativo. Lo confieso.

Intenté no gritar, que no se me llevaran los demonios, intenté dejar el tabaco, adelgazar algo, ponerme en forma, aprender algo. Todo fueron meros pensamientos.

Quizás intentos el 1 de enero. Pero he acabado el año catalogada como mala-mujer.

Pues no he logrado acostarme sólo con conocidos, amigos o alguien con nombre.

El término “desconocido” me pone.

Otra confesión.

Pero para que no sea esto un confesionario

¡¡Voy al grano!!

 

Voy a concentrar mis energías, y las vuestras, en ello:

os pido una relación seria, formal, educada.

Con un hombre que me inspire, me enamore, me reconforte.

Me suba y me haga sentir bien. Que con él sea mi versión más auténtica. Más pura.

Que me entienda, que no intente resolver mis conflictos, problemas en los que me meto yo solita. Sólo que sepa escucharme.

Que me deje solita cuando necesite.

Que domine mi carácter. Sin sentirme sumisa.

Saber que soy su todo independientemente del resto.

Que me haga reír, como no río con otros. Reírme de todo hasta de mi misma. Vital.

Que en sus besos me funda y en la esquina de un suspiro me deshaga.

Pero sobre todo: que no me aburra con egocentrismos desmedidos. Que el “yo he hecho, yo soy. Yo...” Me cansa, no puedo evitarlo.

¿Seré mala?

 

Quiero un hombre entero. Y para eso deberá entenderme…

Y como Reyes Magos, muy magos pero hombres, al fin y al cabo, que sois.

(No se lea esto como una misandria encubierta. ¡¡Nada de eso!!)

Os voy a transcribir en poquitas palabras que significa eso…

 

Quiero un hombre que sea suficientemente bueno para llevarme al altar, pero sabrosamente golfo como para dominarme en la cama.

 

¿es tan difícil mi deseo?

 

Quizás debería habéroslo pedido antes. Para que os diera tiempo a buscarlo.

O tal vez, probablemente, en realidad no quiero que lo encontréis.

Por algo soy La Suelta.

 

Dispuesta.

 

La Suelta.

Te preguntas…

Yo la veo cada mañana llegar radiante, sonriente, tremenda y divertida haya dormido o no. Le haya cundido la noche o no. Y cada mañana consigue sorprenderme mientras yo sigo con mi cara de pan mañanera. Llega al curro fresca como una rosa.

Y hasta huele a miel.

Se giran los tíos a su paso y se la miran embelesados. No pueden remediarlo. Y le sueltan su devastado y vencido Buenos días y ella les devuelve divertida la mirada entre juguetona y traviesa. Casi como diciendo: ocupada. Claro que sí: a veces la vida tiene eso. No se achanta, no retrae. Saca pecho. Aunque sin esfuerzo pues la generosa naturaleza a ella le ha dado unos generosísimos pectorales y se olvidó de ponerle culo.

Tócate…

Y entonces te preguntas porque la vida es tan injusta y se equivoca de esta manera: sobredimensionándole a ella las tetas y a ti tu trasero. Generoso, generoso culo. Por poner un adjetivo liviano.

Y en ese momento te vuelves a preguntar porque ella rezuma dulzura y tú mala leche cualquier mañana que a la cafeína, la regla, el sueño, la autoestima o el mal rollo te hacen travetas en tus carreras matutinas y diarias.

 

Porqué ella encuentra el estilismo adecuado, la combinación perfecta, el punto, el tono, la gracia. Y tú dudes cada mañana acabando en tus más que sobados vaqueros y camiseta… tantas veces negra.

La vida se equivoca y hay a personas que le da una combinación de genes en armonía que flipas.

Y a ti este anodino adn.

 

Y a pesar de todo esto, material suficiente para casi casi odiar a una persona por el desequilibrio patente y palpable, yo la adoro. Por su ternura, cercanía y cariño. Me río con ella, de ella y de nosotras. De la vida. De sus miserias y sus sorpresas…

 

Porque cuando la naturaleza se equivoca tanto, a veces pienso que tiene su porqué. La naturaleza es sabia.

Y yo no sabría qué hacer con tanto cuerpo. ¡Qué presión!.

¿Infinito cariño o insoportable envidia?

 

Cariñosa.

 

La Suelta.

 

 

Las fiestas…

los eventos, los conciertos, las bodas, pero sobre todo las fiestas pretendidamente-fashion donde se palpa más el estar y desencanto de la gente… deberían organizarse en un día tal que ninguna de las que pudieran asistir al evento estuviera o pudiese estar hormonada, depre, de bajón o triste.

Voy a hablar claro: que ninguna de las que fuéramos (a este evento me considero invitada, es guay, cool, pincha 242… no puedo faltar. Y esto se mide por el grado de rabia que te entra al saberte no invitada. Vuelvo al tema que tengo la gran virtud de irme por las ramas). Que ninguna de las asistentes tenga o vaya a tener en el plazo máximo de una semana nuestra amiga del alma la p.regla. Porque el tema cambia…
Tienes marcado en el calendario una fecha en pleno verano. Fiestón. Meses antes estás pensando qué te vas a poner. A quien vas a conocer… el lujo de ser invitada. Zapato plano o de tacón para o por si te arrancas a bailar esos temazos. (Mi oído es de madera así que me es imposible reproducir lo que Dj.242 pincha…)
Y se acerca el mes, semanas antes y entonces una semana antes caes: ese día estarás a puntito a puntito de regla.
Vaya lo que en mi idioma se le dice estar deliciosa: odias hasta la hierba que crece en el jardín. Ya da igual si el vestido te queda como un guante. Si sabes que asiste x… ya qué más da todo. Tú arrastras este nivel de hormonas que ni el Ben Johnson… pareces un Pit Bull en versión femenina. Solo puede hacerte gracia una cosa. Encontrar a otra persona, mujer por supuesto en este caso, que esté igual que tú y aliviar el tema riéndoos vosotras y sólo vosotras de la situación. Pero eso es como encontrar una aguja en un pajar. Si, puedes coger el micro y preguntar… pero pasando de hacer el numerito para esto.
Te plantas en la fiesta vestida de feminidad sexy en estado puro. En tonos azul klein. Tan… evidente: el look lo llevas estudiando meses. Pero con una cara de perro que ¡aix!
Te pides un Gin Tonic 21:30. Y otro 22:00.
Parece que todo se arregla con alcohol… pues no. Se estropea. Pero es tan traicionero que nos hace creer que la curva es recta.
La fiesta lo más. La gente asquerosamente guapa. Sientes un odio visceral hacia todo ser viviente…
Te dices: nena pon la mente en off. Pero esto, estoy empezando a pensar que es genéticamente imposible.
Y te sientas. Y se sienta al lado tuyo una princesita perfectamente cincelada. Buscas el fallo y no lo encuentras. Lo que faltaba.
– Uf. Suspira. Está a punto de venirme la regla y estoy que muerdo…
– Oh! Ya somos dos.
Sonríes.

Lo dicho: en estas fiestas identifiquémonos para agruparnos. Estoy de subidón.- Voy de tranqui.- Estoy que muerdo.- Estoy depre. Y cada uno se acerca al que más le convenga.
Y ojito: no vale con este post decir, asentir o asegurar que la regla nos pone insop… eso sólo tenemos pleno derecho a decirlo o sugerirlo nosotras mismas.
Y tampoco siempre afecta igual a la misma mujer todos los meses…
Era necesario puntualizar. Paso de críticas por malentendidos.

Con sentido del humor.

La suelta

 

Voy a adorarme.

He decidido adorar mi cuerpo. He optado por subirlo al Top One de mis ideales físicos. Mimarlo. Porque voy a estar aquí dentro hasta que me muera. Por feo, banal y mundano que suene.

Voy a pasar de mi culo XL y de mis tetas XS de esta equivocación en el reparto de volúmenes. No lo voy a tener en cuenta y hasta le voy a encontrar el puntito. No voy a ver mi nariz aguileña más imperfecta que la de la Letizia previa a su “necesaria” cirugía. Yo no soy reina consorte. Voy a pensar que toda belleza más mágica cuando es imperfecta.
Y me voy a seguir adulando.
No voy a tener en cuenta la falta de personalidad de mi pelo que no es ni rizo exótico ni liso japonés… más bien diría indefinición latina. Ni chicha ni limonaa…
No hay forma de dominarlo en modo liso ni darle volumen. Él a lo suyo. Pero la gracia le encontraré…
Pues soy la primera cara que veo por la mañana y la última del día.
Porque quererse no viene mal.
Pero adorarse debe ser la bomba.
Y al final mi belleza será imperfecta pero la magia correrá por dentro. Que lo sé.

Porque por mucho que desee otro cuerpo no me lo van a cambiar.
Y ya ni deseo ser la Bundchen ni quiero esos labios suculentos de la Jolie. No voy a pensar que cada noche besan a Brad Pitt…. eso no me importa. No siento nada.
Tampoco tengo lunar indiscreto en la comisura de mis labios a lo Mendes (ésta besa a Ryan Gosling) o como la Crawford icono de décadas pasadas. Yo sigo con mis anodinas formas.
Pero voy a encontrar la manera de adorarme. ¡Hasta de desearme a mí misma!
Porque por mucho que me las mire no me transformo en ellas.
En este caso la visualización, el deseo firme, el objetivo y el trabajo duro no cambia personalidad ni me transforma en una it girl… no hay nada que hacer. Creo…

Así que mañana mismo voy a empezar a quererme con locura.
Ahora mismito voy a cogerme la última Vogue a ver si en un despiste del destino me cambia por Eva Mendes y puedo besar a ese hombre.
¿Quién dice envidia?
A lo mejor el destino se equivocó. Y ando yo aquí en personalidades equivocadas.

Pero si no funciona. Mañana soy mi propio ídolo…

Convincente  ¿O no?

La suelta

 

Nunca deberías…

Nunca debes, deberías… En ese momento de subidón de ay,ay,ay! “Cómo le gusto!” “¡que no me mire así que tiemblo!” “si me vuelve a hacer esa caída de ojos… me lo llevo” nunca deberías irte con él si no te has depilado… porque después pasa lo que pasa, cariño. Empezamos con los besos, los roces, las caricias, el despelote y vamos bajando…

Y en ese momento de pasión desenfrenada, de locura, de deseo, en ese momento en el que tu cuerpo debería dejarse llevar, o llevarte al cielo, disfrutar de lo bueno que tiene la vida… ¡zas! Acude en tu ayuda, el traicionero de tu cerebro, esa parte absurda de nuestra mente embadurnada por los prejuicios y preocupada por los demás… “¿¡qué pensará de mí!?” “¡oh! ¡Dios! ¡No me he depilado!” “¿notará la cantidad de pelos que tengo?”… y ya no puedes disfrutar, saborear, ni mucho menos dejarte llevar. Con lo bien que sienta un orgasmo…

Te sorprendes a ti misma en movimientos escurridizos, para que él no baje la mano de la línea de flotación: la cadera, para que de las braguitas ya te encargues tú y que él se quede en la parte superior… pero entonces! Lo único que pensara es que tienes problemas de movilidad, de flexibilidad, o de inhibición que es peor. Este señor, del que aún no te ha quedado claro el nombre ni a qué se dedicaba, tendrá claro que la señorita a la que intenta descubrir es como una caja fuerte con código de seguridad. O peores apelativos: frígida, sosa, seca, rara…

Por eso te conviene ahorrártelo. Postponer a otra cita estos quehaceres o echarte a la espalda los prejuicios, pensamientos absurdos y convertirte en la leona que tan bien se te da a veces. Pasa a modo ataque y quizá anules el “¿qué le pasa a esta chica?”

Y, ¿te puedo contar un secreto? De corazón y de verdad. De verdad de la buena:

A él le da absolutamente igual, le importa literalmente nada que vayas depilada que que no, no tiene tanta importancia, en ese preciso instante él sí que se deja llevar, pone la mente en blanco y disfruta de lo bueno que tiene la vida. Y si hay algo malo o que no le gusta, lo obvia. No ve si vas maquillada o se te corrió (el maquillaje). No atina a distinguir una cana de un pelo negro. En ese momento lo único que cuenta es la actitud. En ese mano a mano… las apariencias quedaron en la sala de espera, lo que te daba el pase a la grada ya se valoró y el de seguridad te dijo que adelante. Ahora estás ahí en primera fila… pues deja a un lado tus prejuicios, tus tontos pensamientos, no te preocupes de tu peinado, si no de tu melena y suéltala. La vida es corta. Vívela.

Pero si todo esto es muy difícil… hazme caso, nunca debes tener sexo sin haberte depilado.

 

Entre nosotras.

La suelta.

Confieso.

La escritura brota, fluye. Inspira. Expira.

Respiración involuntaria de mi alma.

Y escribo. ¿Para qué escribes?

Escribo para ser leída.

Y tú me lees. Hoy. Quizás mañana.

Tu lectura me acaricia.

Y vuelvo a escribir para, en un descuido, ser leída.

Con tu mirada ser acariciada.

Qué osadía. La mía.

¡Qué avaricia!

 

Escribo de ella, de mí, de nosotras. Tal vez de ti.

Y en tu lectura te detienes, te ríes, te descubro, me desnudo.

Y vuelvo a escribir.

Para no ser descubierta. O quizás sí.

Entonces aparezco y te sientes identificada.

Te leo el pensamiento.

Me meto en tu piel. Ese momento…

Con mis prosas, mis metáforas.

En mí, en ti. En nosotras.

Te gusta lo que lees.

Qué soberbia la mía: al gustarme ser leída.

Qué interesante la mujer:

Laberinto imposible.

Jeroglífico indescifrable.

Exuberancia en colores.

Orgullo infinito.

Montaña rusa de emoción.

Con mi torpe osadía.

Mi humilde escritura.

Vuestra curiosa lectura.

Delicada caricia de mi ego.

 

Gracias por recorrer mis letras, por sumergiros en estos escritos.

Modestas caricaturas.

Vanidosa humanidad la mía.

 

Desnuda

La suelta

 

¡Chicas, chicos!

me despido así de vosotros, hasta Septiembre, prometo traeros nuevos escritos, la segunda parte del tren, volveré sedienta de escritos, de contaros, de encontrarnos, con renovadas ganas. Con nuevas historias o los miedos de siempre. Alegre pero a ratos cabreada. Eufórica o triste.

Esta «primera temporada» de La Suelta ha sido reconfortante, satisfactoria, intensa. Ha sido mi escondrijo, mi máscara, mi tubo de escape. Así que volveré. Porque ya somos un puñado de Sueltos/as que nos encontramos aquí cada semana. Rico.

Un reto: que cada uno de vosotras/os  traigáis un nuevo seguidor al blog… duplicando Las Sueltas que andan por el mundo sin saberlo. Para encontrarnos.

Disfrutad el verano, saboread el sol. Alargad los días. Bebed a porrón…

¡Nos leemos en Septiembre!

 

 

 

El tren…

Te mira divertido y sonríes. Desvías la mirada. Le esquivas y esperas. Hace tanto calor… tu piel está húmeda… Te levantas la coleta. Te acaricias la nuca. Sabes que te está mirando. Carnívoro y sexy. Te acaricias y miras hacia él. Ahí está: al final de la cola de taquillas mirándote. Con una media sonrisa. Como diciendo: “traviesa. Lo sabes…”

Te vuelves hacia la taquilla a comprar tu billete de tren.
Viajas a visitar a tu hermana. Tren de larga duración. Vagón compartido.
Calor sofocante.
Te sacudes la camisa. Es ligeramente transparente y lo sabes.
Coges tu billete y deshaces la cola hacia el tren. Pasas por su lado sonriendo. Sin mirarle. Él se gira a tu paso descarado.

Llegas al compartimento, dos bancos enfrentados. Con puertas a un lado y ventanas en el otro. Cortinas antiguas.
Estás sola. Y alguien abre la puerta. Es él.
Os miráis y sonreís divertidos, gamberros, traviesos. Qué divertida es la vida a veces. Socarrona. Tuya.
Haces como si la cosa no fuera contigo. Te acaricias el cuello, miras por la ventana,
– ¿puedo? – Pregunta en su papel de tímido- golfo sin poder evitarlo.

Sonríes. No puedes dejar de sonreír.
Se sienta en frente tuyo. Las rodillas se tocan.
Suelta una broma, objetivamente absurda… te descojonas. Mirándote desde fuera hasta pareces ridícula. No puedes evitarlo.

– ¡qué calor!.
– y que lo digas…

El tren arranca, las palabras fluyen.
Las miradas convergen, coinciden, las palabras se entrelazan. Sin trascendencia. Sin objetivo. Por diversión.
Cae una mano. Y la mirada.
Se acerca una pierna. No separas las tuyas.
Cacarería, travesuras, palabrería, carcajadas y de repente… el silencio. Una mirada, mantenida, alargada, sostenida…
Y la distancia se acorta y la acorta. Se acerca y le dejas: sonríes…

Lo deseas. Íntimamente. Parece adivinarlo. Es fácil.
Tibiamente acerca sus labios. Te besa en la boca. Se rozan los labios. Se tocan las lenguas. No se abren los ojos. Instante a medias escrito.
Y podría entrar cualquiera en ese momento. Más te pone…
Con sus dos manos te coge de la barbilla alarga sus dedos a tu cuello, crees que vas a morir, a fundirte, deshacerte. Quieres que siga. No pedirlo. Que te lea la mente…
Es tan guapo de cerca, esos ojos claros. Sonrisa de niño travieso.
Abres los ojos, le ves sonriendo. Seguro y bribón. ¡Oh! Dios!. No vas a soportarlo.
Te estira. Te levanta. Te acerca a él… él sigue sentado, tú de pie entre sus piernas, el ladea la cabeza, mira por la ventana…
Te acaricia las piernas. Es verano. Te acaricia las piernas, las rodillas, los muslos, te sientes intensa, húmeda, cachonda…
Sus manos suben por los lados, debajo de tu minifalda, le acaricias la cabeza que tiernamente apoya en tu vientre…
Notas sus dedos hurgar en tus braguitas, acariciarte el culo… se te eriza la piel, la conciencia y el hambre…
Deseas derretirte…
Pero sigues entera.
Miras por la ventana…
Y él se decide: sube sus manos por debajo de tus bragas…
Continuará…   en Septiembre.

La Suelta