¿?  Qué es lo que hay que rehacer?

Y se les llena la boca, pronuncian las palabras con más contundencia, con toda la soberbia que da la ignorancia; con la presuntuosidad de sentirse importantes.

Y hablan de otros, de aquellos, de ajenos. De otras vidas que no les son cercanas. Que nunca entenderán. Como si entrar en casa ajena sin permiso fuera un gesto de bravura. O estuviera en su derecho.

Se acercan a los derechos de otros, de aquellos.

Como si fueran juez, parte y auditor.

“Nunca rehará su vida”. Sentenciaban en corrillo.

Que frase más estúpida. Rehacer su vida. Y no por el significado gramatical. Sino por lo que se sobreentiende popularmente. Que haya encontrado alguien, media naranja, compañero/a de vida. Como si la vida se pudiera definir por la compañía que llevamos, por la mano que nos coge, por los ojos que nos miran.

Y no vamos a negar que el cariño es el alimento del alma.

Que empiezo a sospechar que esté en la base de la pirámide de necesidades, por delante del alimento, por detrás del sueño. Eso no lo discuto.

Pero de ahí a no poder tener vida, a tenerla hecho unos quicios. Imaginémonosla toda desmontada, por no haber encontrado a alguien. Rehacer una vida.

Hay tantas vidas desmontadas en compañía. Hay otras tantas vacías llenas de gente que te mira. Hay cantidad de vidas que merecen cariño, amor y un fuerte abrazo y nadie habla de ellas.

Que el que una persona camine en soledad, pueda tener sobre sí el análisis gratuito de no haber rehecho su vida… Me parece frívolo, de sabiondos de barrio. Porque seguramente esa persona está precisamente rehaciendo su vida, su camino y hasta su existencia. O mejor aún: ya la tenga rehecha, compuesta y sin novio. Feliz. ¿Por qué no? Así escogida. Plena.

En realidad la vida son diferentes prismas de una misma realidad. Son diferentes miradas de un mismo roto. De una misma sonrisa. Depende de si lo sientes o simplemente lo observas.

Y cuanta ignorancia arrastraremos si no sabemos escuchar a la soledad, pues en ella están las voces de nuestro niño, aquel que arrastramos, cuidamos y llevamos con nosotros desde enanos. Ese que a ratos no nos reconoce y en otros momentos no sonríe. Se muere a carcajadas por escucharnos. ¿Que mejor compañía que nosotros mismos?

La soledad es un buen lugar para ir de visita, un mal lugar para quedarse. Pero a veces necesitamos visitarla, para escucharnos. O para acallarnos. Por un rato en el tumulto de la vida. Y la vida no es sencilla, no es una felicidad a otra entrelazada. No es un saco de risas. No es tantas cosas.

Y puede ser tantas otras. Pero a cachitos sí se me antoja aquella sentencia que leí una vez:

La vida es un continuo recomponer cristales rotos.

Así que la próxima vez que veas una persona caminar en soledad por la vida, no sentencies gratuitamente, no cuelgues el cartel en la entrada tan fácilmente. Porque tal vez no ha rehecho su vida, pero esté rehaciendo su alma. Algo mucho más complejo y satisfactorio.

Acércate dale un abrazo, tatúale un beso. Y no hagas preguntas. No las necesita. Ella o él ya se las está haciendo continuamente y no encontrar las respuestas es su desazón. No el tuyo.

Pues los corazones rotos necesitan más cariño y menos preguntas.

A ratos sola. O con tu compañía merecida.

La Suelta.

3 pensamientos en “¿?  Qué es lo que hay que rehacer?

  1. marga vives dice:

    Exacto. Y después de acallar esas voces ajenas (o de dejarlas de oir), llega el momento de silenciar la propia, que, a ratos, también nos viene con esos prejuicios. Se sigue educando socialmente desde el miedo.
    Mucha fuerza 😉

  2. cuanta sabiduría Suelta…

  3. Lo voy ha compartir para que lo lea mucha gente….Me parece magistral!

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