Tuya y mía. Mi poesía a ti debida.

He escrito una poesía tan bonita y delicada que hasta a mí me conmueve.

Releo mis palabras y buceo en una parte de mí misma que desconocía.

Retengo los versos en la comisura de mi asombro

Me subyuga mi arte.

Me seduce mi mirada.

 

Ansío compartirla contigo.

Mostrártela, cual tesoro imposible.

Esperar tu sorpresa.

Tu silencio sin respuesta.

Ante tanta inmensidad.

Y por primera vez expandir mi soberbia.

 

Sentir mi otra pulsión

Yo en ti

A través de ti

 

Espero tu orgullo

E imperfecta y humildemente tu juicio o

¿Por qué no? elogio agradecido,

Necesario

 

He escrito la más soberbia de mis poesías

No me reconozco en mi escritura

No soy yo

 

Soy ese tallo de madera que esculpió

tu crueldad a mi amor entrelazado;

Por tu cariño a mi dependencia sustentado.

Soy plastilina entregada a tu violencia.

Soy ese puñado de arena mojada que se moldea,

se sustenta, cohesiona, por la humedad.

Soy sin voluntad.

Te permito y me dejo llevar por tu corriente.

 

Y hoy la poesía ha venido a mí,

A susurrarme,

A explicarme mi propio lamento,

Aullido ahogado de mi alma de niña olvidada.

Las grafías me sostienen,

Me salvan.

 

El río me sumerge y me voltea

Me ahoga y se me lleva

Y al fin cierro los ojos

 

El ruido del acantilado me asusta

Me secuestra el miedo

Me eleva

Y algo me dice que ya no soy yo

Eres tú

Ya no tengo voluntad ante desmesurada debilidad

El chorro de agua cae con estruendoso rumor

Pánico

Miedo

No respiro

No oso

 

La adrenalina chorrea mis venas

Me acerco al borde

Poseída

Despeinada

Y al fin caigo en ti

Por ti

De ti

Tu causa y yo mi musa

 

Caigo y destrozo

Me elevo y supero

Salgo

Respiro

 

No eres lo que logras

Eres lo que superas

 

Y hoy mi poesía ha venido a encumbrarme

A elogiarme

Acariciarme

Ante tanto mérito

 

Ya no eres tú

Soy yo

Inmensa y mía

Mágica

Especial

 

Yo y mi poesía

A tus pies para ser desenvuelta

Leída

Recorrida

Como recorren los pájaros el amanecer

Sobre la piel del océano

Como acarician las aves el alba

Como seduce el sol a la noche

Y se la brinda

 

Y tu lectura me desvestirá para tenerme

A tus pies

Humilde y tuya

Para que hagas conmigo lo que tu creatividad nos brinde

 

Hoy será tuya mi poesía

Mi desnudez a ti debida

 

Me abrazaré a tu alma herida

Le arrancaré una lágrima

De algún dolor no recordado

Nunca olvidado

Te traeré violenta aquel grito

Aquella doblez del orgullo

Y tu lágrima vendrá a sellar mi poesía

Para hacerla tuya

Nuestra

 

Y hoy por vez primera

Mi poesía a tu debida

 

La Suelta.

¡Feliz Verano!

 

Tuya y mía. Soberbia.

Y ¿qué derecho tengo yo a buscarte?

Desearte, tenerte.

Acaso mi sombra fugaz, ser en evidencia.

Me retorceré entre las esquinas, matorrales y cunetas del camino.

Escondida entre lo evidente.

Para poder verte.

Sin ser vista.

 

¿Qué derecho tengo yo a poseerte?

Humilde personaje que interfiere en tu trayecto.

Molesto lenguaje que viene a hurgarte la conciencia,

Que entrelaza hábilmente las palabras sin dejar rastro,

Que le guiña el ojo a tu inconsciente.

Dejando k.o. a tu consciente.

 

¿Qué derecho tiene esta pobre alma de besarte?

Disfrutarte a su antojo

Mimarte, vestir de placer inusual tus formas.

Enseñarte allá donde lo mundano nunca osaría.

 

Ninguno.

Cero.

No es mío el derecho.

 

Como tampoco tuyo acariciar mi áurea de ser indescriptible, enorme y mágico

Que consciente de su brillo te permite mirarme

Percibirme

Acaso pensar en una esquina de tu presuntuosidad conocerme

Que te permite en gesto inmenso de generosidad alcanzarla

 

Porque a veces las sirenas

Te conceden entrevistas.

Los unicornios te llevan en su grupa a galopar por parajes mágicos.

Las hadas conceden deseos.

El deseo de poseerme fugazmente un instante en la esquina de la eternidad.

 

Para que tú, con tu ego y  avaricia pises mi cola, mi trazo, mi arte, mi gracia,

mis ganas de brindarte la magia

y así llevarla contigo a otros cuerpos mundanos necesitados

 

¡Ay! ¡Tú! Pobre ser minúsculo e indefenso que no puede percibir la magia al ser ofrecida, la música al ser tocada, la más delicada de las poesías al ser escritas.

 

Mi magia es mía. Selectiva. Y delicada

Ante miradas interesadas.

Triste ante tan poca humanidad.

 

Las almas especiales bailan Valses a la luz de la luna en la orilla del mar, al son de la música de las estrellas.

No pueden conformarse con menos.

Resultaría vulgar.

 

¿Pero cómo lo entendería una pobre y mísera presencia vulgar como la tuya?

 

Mi magia rezará por ti toda mi existencia

Para que tu alma desdichada encuentre sosiego en lo material, el deber y tu obstinación.

Rincón de sufrimiento y lamento.

 

Mi recuerdo quedara indeleble, perenne, intacto.

No soy quién para poseerte.

 

Aún no lo entendiste.

 

No querría, no podría, demasiada magia para tan poca mirada.

 

Cuídate mi chiquillo, se feliz. Lo mereces.

 

Pd:

Seguiré mi camino desprendiendo mi esencia a vainilla

Mi escritura acompasada para cualquier pobre diablo

Mirando atrás de soslayo, divertida y gamberra

Sabiéndote conquistado

Oyendo a tu melancolía hurgar en cada stop, cada semáforo

Pedirme un café

Una mínima presencia en tu mundana existencia.

Porque por rígida que sea tu conciencia no es indiferente a tanta sintonía.

La complicidad suena a imposible.

Las risas son masajes de nuestras almas.

 

Y al adiós

Una mueca

Un alivio

Un nudo

Un abrazo

Un mundo

En un segundo

 

¡Mierda! Amor,

Aun consigues inquietarme,

Alterarme…

 

Aún…

 

Después de cien años

Seguiría siendo tuya…

 

La Suelta.

Tuya y mía. Las sombras de mis pensamientos.

¿Cuándo supiste que sería la siguiente?

Aquella noche lluviosa y gris de noviembre…

que mis labios sabrían a tu rebeldía

Que beberían tu osadía.

¿Cuándo supiste que sacudirías mi alma

rediseñando mi sexo…?

 

Mi mirada coloreada con tus palabras

¿Cuándo supiste que me elegirías?

Entre todas, entre tantas.

Que me indicarías el camino.

Sacudiendo mi virginidad

Sin permiso. Sin piedad.

 

¿Cuándo lo supiste y decidiste no contármelo?

¿Cuándo pusiste tus ojos aguamarina y golfos en mí?

¿Cuándo, sin darme cuenta, me anulaste?

Desenvolviste mi cuerpo y lo pusiste a tus pies.

Me subiste al cielo y me dejaste caer.

Sin licencia.

 

Cuando mis labios sabían a ti, irremediablemente.

En tantos amaneceres me encontraste.

Mis ojos sólo sabían buscarte.

 

Debería haber sorbido un poquito más de ti en cada trago.

Haberte bajado la luna envuelta en papel de regalo.

Debería haberte precintado.

Conmigo llevarte

Coger tu carita de ángel.

Cosérmela al pecho y jamás soltarte.

 

Para que al despertar tu saliva a mi supiera.

Tus ojos claros de mí se tiñeran.

 

Porque cuando todo eso supiste.

Podrías haber apartado mi pelo y escribírmelo al oído.

Para leer la verdad.

Y decidir yo si te permitía invadir mi vida.

Sabes que te hubiera permitido.

Robarme, violarme,

Hasta mi alma llevarte.

Si eso era el tenerte.

 

Devastada

La Suelta

Tuya y mía. Te dejaré.

Dejaré que me acaricies la cara.

Que me arrastres la sonrisa.

Pero no que te lleves mi risa.

 

Dejaré que me hurgues,

que me cojas y me lleves.

Que me traigas y me sacudas.

Pero no que te me quedes.

 

Dejaré que me poseas pero no que me hipoteques.

Dejaré que me enamores pero no me someteré.

Dejaré que bebas de mi magia.

Pero no que la cambies.

Dejaré que tu sonrisa me alucine,

pero no me amargará tu marcha.

Dejaré que indagues mi pudor,

que lo cuestiones y hasta lo transformes,

pero no tocaré mi cuerpo por ti.

 

Te permitiré amarme, adorarme y hasta encapricharte de mi.

Pero no cogerme.

Te permitiré que te encante mi risa,

mi alegría y hasta mi genialidad.

Pero no te la daré.

 

Te permitiré el cielo si me lo pides,

pero no me pidas que me quede allí contigo.

Te permitiré tener mi sexualidad,

disfrutarla, sorberla y hasta quedártela por un tiempo.

Pero la recuperaré.

Nunca será tuya.

No soy tuya ni de nadie.

Soy mía.

 

Permitiré todos y cada uno de tus gestos indecentes.

Pero no los necesitaré al perderte.

Porque acabaré perdiéndote.

O tú a mí.

Como todas las historias de amor.

Pues tú no estarás presente todos los días de mi vida.

Estás aquí, un trocito, un cachito, para pensar que me tienes.

Para imaginarte que te necesito. Para pensar que me posees.

Para soberbiamente pedirme que no me enamore de ti.

Pero yo me iré, por la puerta de atrás sin hacer ruido.

Y sólo quedará la frialdad de mi soledad.

Y la dulzura de mi recuerdo.

Saborea el presente, sorbe mis besos,

ahora que los tienes.

Y déjame ir llegado el momento.

Mi magia no puede ser eterna, mi risa no es tuya.

 

A veces perdiz.

La suelta.

 

Tuya y mía. Seré el más bravo oleaje.

No sé si te das cuenta

que de un tiempo a esta parte

hablo menos y escucho más.

Para no perderme ni una coma.

Para sorber todo lo que venga de ti.

 

No sé si ves

que beso más y pienso menos.

Que pienso menos y siento más.

Pues las personas queremos ser como la roca:

inerte, fuerte e impávida que espera a la ola chocar contra su frente.

Pretendemos soportar impertérritos la embestida.

Tú eres mi roca y yo soy tu ola.

 

Y cual rocoso e imponente acantilado,

fruto de ecos ahogados,

me esperas allí en el borde del mar.

Y piensas que ningún oleaje podrá con tremendo frente.

Piensas que no hay tramontana que te rompa,

ni oleaje que se deshaga.

 

Pero yo soy el oleaje, el mar y si hace falta el océano

que repite y choca contra aquel,

que embiste y moja al ser inerte.

Y solo el tiempo, la tozudez y mi salitre

convierten al acantilado en dulce playa,

la roca cede y se deshace,

se torna arena que acaricia mis pies.

Y al final de tan tierno gesto.

El oleaje seguirá viniendo a tus pies, entonces arena,

a lamerlos, cuidarlos y mojarlos.

Hasta la eternidad si cabe.

 

Pues la combinación de tal bravo oleaje y el tiempo

no lo soporta ninguna piedra, roca ni acantilado,

por alto que sea.

 

Todo tiene una grieta. Por donde entra la luz.

 

Tenaz.

La Suelta.