¡Sueltas! ¡Sueltos! ¡Feliz Año Nuevo!!

Que abráis este 2015 con más ilusión que el anterior.

Que se os cumplan esos deseos olvidados. Esos deseos que ni os atrevisteis a soñar.

Que la felicidad os acaricie la cara, os bese en los ojos, os abrace y os eleve.

Que la dejéis entrar. No tengáis miedo a ser felices.

No miréis atrás. Pues el pasado no podemos desdibujarlo, cambiarlo de forma, ni borrarlo.

Mirad sólo hacia adelante. Con ganas, con fuerza, con descaro.

Con la barbilla en alto.

Pues el 2015 es nuestro. Tuyo, mío: Nuestro.

Será de los valientes, los alegres, los ingeniosos, los creativos.

Será para los positivos como tú y yo.

Que no llegue Diciembre del 2015 y nos recuerde todo aquello que no tuvimos cojones de tirar adelante.

Que no venga otoño y sigamos queriendo dejar el tabaco.

El 2015 está por descorchar. Está por abrir, por estrenar, para llevártelo puesto.

Sólo debes ir a por él. Coger tu cachito, sorber lo bueno, escupir lo malo.

Y no mirar nunca atrás.

Aprende de tu ayer y cómete el mañana. Disfruta de tu hoy.

Aprovecha la fuerza del fin de año, de ese arranque de buenas intenciones que nos viene a todos… haré, aprenderé, adelgazaré, subiré, viajaré…

Yo por mi parte me voy a comer todas las perdices*. No dejaré ni una.

Seguiré escribiendo, es mi forma de estar en la vida.

Es la respiración involuntaria de mi alma.

Mi forma de entenderme, de decíroslo, de explicar la paz, el misterio y mis miedos. De volcar inquietudes.

Seguiré esperándoos aquí en la suelta.

Pero hoy os pido que rompáis este 2015 en pos de la alegría.

Que lo llenéis de risa, que celebréis hasta las pequeñas nimiedades.

Y sintáis que hacéis el amor con la felicidad. El éxtasis.

Para vosotros.

Mis poquitos lectores.

Un brindis por vuestros propósitos.

 

Vuestra.

La suelta.

 

*porque ese es el alimento de los felices…

¡Feliz Navidad!

No os olvidéis de las 12 uvas (aunque desde aquí declaramos que no sirven para nada), ni del tanguita rojo las chicas, de zampar turrones, cantar villancincos, saborear la familia y decirle a la yaya lo mucho que la queréis.

De comer y volver a comer.  Pensad en cómo quemarlo…

¡¡Y brindar!! Beberos una copita de cava a vuestra salud y otra.

Después un vinito y vuelta al cava. Poneros peditos. Pasaros a la birrita.

 

Pero sobre todas las cosas, sed felices, es gratis.

La culpa de vuestra felicidad siempre será vuestra.

Ayuda el follar un poco más de la cuenta… jejeje!

Sed felices estando con quien realmente queréis estar.

Con quien os llena de energía positiva, con quien cuida de vosotros. Y a quien vosotros cuidáis.

Que se cumplan todos vuestros deseos.

No dejéis los regalos para el último minuto. Y creed en los Reyes Magos…

Esta navidad os permitimos ser irreverentes… y sueltos!!

Concederos el lujo de ser vosotros mismos.

 

Navideña.

La Suelta.

 

Pd. Aunque si pudiera me pondría a dormir ahorita mismo y no me despertaba hasta el 7 de Enero…

 

La Maldad.

El niño se quedó observando aquella mirada vacía, fría y penetrante. Y no supo por qué salió corriendo, cogió la mano de su madre. Como si aquel gesto le fuera a salvar de no sabía qué.

 

-Mamá, ¿qué es ser malo?

-Cariño. El mal es algo que no nos gusta porque hace daño, que es oscuro y frío, que nos da repelús, pero todos llevamos un poquito dentro.

Todos tenemos un cachito bueno y un poco de malo. De nosotros depende qué parte hacemos crecer, alimentamos, desarrollamos.

-Y ¿qué es hacer el mal?

Hacer el mal es pisar las bondades del otro, sacudiendo sus miserias, es aprovecharse del otro, no valorarlo, menospreciarlo.

Utilizar sus sentimientos para tu conveniencia, no con honestidad.

A veces simple y llanamente hacerle sentir mal, por pura diversión.

Para demostrar su “poder”, su superioridad, su control.

Malo es causar dolor por el placer misterioso y nauseabundo de causar dolor.

Es socavar la dignidad, es inspirar miedo.

La maldad está presente cuando alguien no puede sentir ni un gramo de empatía.

Es burlarse del ajeno convirtiéndolo en pequeño. Ridiculizándolo.

Es tergiversar la realidad para darle al otro un ostión de culpabilidad innecesaria en pos de su propio lucimiento.

Es ver sufrir a un niño y no sentir lástima.

Es nunca sentir pena.

 

El mal está presente, suele tener causa. Más no justificación.

Es más frecuente de lo que nos gustaría y más común de lo que a veces creemos.

Pero el mal se siente, enfría. No calienta. No abriga.

Te hiela. Te enmudece. Te eriza.

 

Cuando el mal está presente lo sentirás: querrás salir, huir, desaparecer.

No es buen compañero.

 

Y a veces hasta los malos pueden tener principios.

El mal es una elección.

A mi modo de verlo.

 

-Pues creo que le he visto, mamá.

 

 

Observadora.

 

La Suelta.

 

¿Y tú? ¿Qué opción escoges para salir a la calle?

¿tu lado bueno o tu lado malo?

Te preguntas…

Yo la veo cada mañana llegar radiante, sonriente, tremenda y divertida haya dormido o no. Le haya cundido la noche o no. Y cada mañana consigue sorprenderme mientras yo sigo con mi cara de pan mañanera. Llega al curro fresca como una rosa.

Y hasta huele a miel.

Se giran los tíos a su paso y se la miran embelesados. No pueden remediarlo. Y le sueltan su devastado y vencido Buenos días y ella les devuelve divertida la mirada entre juguetona y traviesa. Casi como diciendo: ocupada. Claro que sí: a veces la vida tiene eso. No se achanta, no retrae. Saca pecho. Aunque sin esfuerzo pues la generosa naturaleza a ella le ha dado unos generosísimos pectorales y se olvidó de ponerle culo.

Tócate…

Y entonces te preguntas porque la vida es tan injusta y se equivoca de esta manera: sobredimensionándole a ella las tetas y a ti tu trasero. Generoso, generoso culo. Por poner un adjetivo liviano.

Y en ese momento te vuelves a preguntar porque ella rezuma dulzura y tú mala leche cualquier mañana que a la cafeína, la regla, el sueño, la autoestima o el mal rollo te hacen travetas en tus carreras matutinas y diarias.

 

Porqué ella encuentra el estilismo adecuado, la combinación perfecta, el punto, el tono, la gracia. Y tú dudes cada mañana acabando en tus más que sobados vaqueros y camiseta… tantas veces negra.

La vida se equivoca y hay a personas que le da una combinación de genes en armonía que flipas.

Y a ti este anodino adn.

 

Y a pesar de todo esto, material suficiente para casi casi odiar a una persona por el desequilibrio patente y palpable, yo la adoro. Por su ternura, cercanía y cariño. Me río con ella, de ella y de nosotras. De la vida. De sus miserias y sus sorpresas…

 

Porque cuando la naturaleza se equivoca tanto, a veces pienso que tiene su porqué. La naturaleza es sabia.

Y yo no sabría qué hacer con tanto cuerpo. ¡Qué presión!.

¿Infinito cariño o insoportable envidia?

 

Cariñosa.

 

La Suelta.

 

 

Esa señora fría. Tan fría …

¡Qué frágil la vida! ¡Qué tajante, la muerte!

Sin piedad. Fría, presente.

Todos somos señalados.

 

Aún veo su mirada. De niño asustado.

De repente. Sin aviso. Cercana.

Te corroe la conciencia. Te asusta.

Te acaricia. Mas no te lleva todavía.

 

La muerte. Tan negra. Impasible. Contundente.

 

Prefiero mirarla de frente. Sin miedo. Valiente.

Será que no la veo. Ni oigo. ¿Acaso se siente?

 

Le veo irse sin tiempo.

Sin tiempo de un “adiós

De un “hasta luego”.

De un “te quiero”.

Sincero. Sin adornos.

Es tan poca la vida y

tan fugaz el pensamiento.

 

Sus ojos ya sin alma.

Me miraban sin verme.

Me querían en pasado.

Carcoma del cuerpo.

De vida. De alma.

 

Quería decirle. Pensé en gritarle.

Mas no dió ni tiempo.

Llegó la muerte.

De golpe.

De frente.

Abriendo la puerta,

sin tocar al timbre:

«Hola. Soy la muerte. Vengo a llevarte.»

¡Qué poca sensibilidad!

¡Qué crueldad la tuya!

¡Qué intolerante!

Pareces la nieve en primavera.

El suspenso del niño.

Los reyes magos sin regalos.

Me quedo escueta. Escasa.

Eres el fin de mi hoy.

Eres el no hay mañana.

 

Y ¿qué te diré cuando a por mí vengas?

¿Qué no habré dicho?

Se me agolpan fotogramas de sueños imposibles.

Deseos no cumplidos.

Vocaciones precintadas.

 

¡Ay! Muerte. Amiga mía.

Me caes bien. Pero ven tarde.

A mi déjame la última. No hay prisa…

Me acabo el Gin Tonic y ya vengo.

Quedamos después de las 12.

Después de mi último sueño.

Después del último abrazo intenso.

¿te parece?

 

Ya conduzco yo.

Si quieres ya vengo.

Pero tócame el timbre.

Dame tiempo a peinarme…

A dar el último beso…

Necesario.

De cierre a esta corta vida.

Mísera y bonita.

Rosa y gris,

como mis sueños.

 

Pues ahí te espero.

En el porche, peinada.

Ya sin nada.

 

Funesta.

La Suelta.