Nunca deberías…

Nunca debes, deberías… En ese momento de subidón de ay,ay,ay! “Cómo le gusto!” “¡que no me mire así que tiemblo!” “si me vuelve a hacer esa caída de ojos… me lo llevo” nunca deberías irte con él si no te has depilado… porque después pasa lo que pasa, cariño. Empezamos con los besos, los roces, las caricias, el despelote y vamos bajando…

Y en ese momento de pasión desenfrenada, de locura, de deseo, en ese momento en el que tu cuerpo debería dejarse llevar, o llevarte al cielo, disfrutar de lo bueno que tiene la vida… ¡zas! Acude en tu ayuda, el traicionero de tu cerebro, esa parte absurda de nuestra mente embadurnada por los prejuicios y preocupada por los demás… “¿¡qué pensará de mí!?” “¡oh! ¡Dios! ¡No me he depilado!” “¿notará la cantidad de pelos que tengo?”… y ya no puedes disfrutar, saborear, ni mucho menos dejarte llevar. Con lo bien que sienta un orgasmo…

Te sorprendes a ti misma en movimientos escurridizos, para que él no baje la mano de la línea de flotación: la cadera, para que de las braguitas ya te encargues tú y que él se quede en la parte superior… pero entonces! Lo único que pensara es que tienes problemas de movilidad, de flexibilidad, o de inhibición que es peor. Este señor, del que aún no te ha quedado claro el nombre ni a qué se dedicaba, tendrá claro que la señorita a la que intenta descubrir es como una caja fuerte con código de seguridad. O peores apelativos: frígida, sosa, seca, rara…

Por eso te conviene ahorrártelo. Postponer a otra cita estos quehaceres o echarte a la espalda los prejuicios, pensamientos absurdos y convertirte en la leona que tan bien se te da a veces. Pasa a modo ataque y quizá anules el “¿qué le pasa a esta chica?”

Y, ¿te puedo contar un secreto? De corazón y de verdad. De verdad de la buena:

A él le da absolutamente igual, le importa literalmente nada que vayas depilada que que no, no tiene tanta importancia, en ese preciso instante él sí que se deja llevar, pone la mente en blanco y disfruta de lo bueno que tiene la vida. Y si hay algo malo o que no le gusta, lo obvia. No ve si vas maquillada o se te corrió (el maquillaje). No atina a distinguir una cana de un pelo negro. En ese momento lo único que cuenta es la actitud. En ese mano a mano… las apariencias quedaron en la sala de espera, lo que te daba el pase a la grada ya se valoró y el de seguridad te dijo que adelante. Ahora estás ahí en primera fila… pues deja a un lado tus prejuicios, tus tontos pensamientos, no te preocupes de tu peinado, si no de tu melena y suéltala. La vida es corta. Vívela.

Pero si todo esto es muy difícil… hazme caso, nunca debes tener sexo sin haberte depilado.

 

Entre nosotras.

La suelta.

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