Hay días que las cosas no suceden como esperábamos, deseáramos o hubiéramos programado. Hay días que se tuercen sin más. O días que por algún despiste se nos olvida la llave que arranca el coche. Simplemente eso.
Un día te levantas y después de quedarte sin tu champú en la ducha, sin encontrar ropa oportuna en el armario, aquel que no cabe un alfiler de ropa que acumula, sin tener tus vaqueros preferidos limpios (tendrás 10 pero acabamos usando aquellos) chuparte caravana de camino al trabajo, no encontrar sitio para aparcar. Consigues alcanzar tu silla, tu sitio de trabajo. Pasa una compañera de trabajo y te dice (tono normal): “buenos días, uy! Qué mala cara haces!”
Tu boca emite: “buenos días, no, es que he dormido mal!”
Interiormente tu mente rebuzna: “cómprate un bosque y piérdete! Pedazo de burra!”
¡Dios!!
Pero ¿qué ha hecho el cielo para darme tal grado de mala hostia, tal dosis de mala leche, qué ha hecho la santa compañera para recibir de tu subtexto dicho apelativo?. ¿A quien maté en otra vida para querer hacer desaparecer a la gente que te rodea y enviar al otro mundo a los que no son de mi agrado?. Que en este momento sospechosamente son todos. Parezco Obelix en versión marmita de mala hostia. Abres el ordenador y no seguimos bien. Hemos de hacer algo para cambiar, he de apuntarme a clases de yoga, investigar en la religión hindú, aquellos monjes del Tíbet parece que podrían darles por culo y seguirían sonriendo en modo la felicidad soy yo … y a mi que me dicen buenos días… y… ¡quiero convertirme en terrorista!. No puede ser. El mundo está mal, pero yo estoy peor…
No puede ser, algo hago mal.
Pasa otra compañera: “buenos días, ¿Qué no has dormido bien?”
Tu cara: sonríe, justificándote y asintiendo.
Tu subtexto: “te pondré un petardo en el culo que te enviará al extrarradio, so-inútil!”
Y en ese mismo instante caes.
Te das cuenta que con las prisas, los cinco minutos más de sueño, el no sé qué ponerme (cuando podrías vestir a 100 amigas conjuntadas todas y a ninguna le faltaría un accesorio), nunca sabes qué ponerte, whatsapp por aquí, mensajito por allá, te has ido cagando leches… Y NO TE HAS TOMADO EL CAFÉ.
¿seré imbécil? ¡Que mi cuerpo necesita la cafeína!. Más que el aire que respiro, más que el abrigo, más que el pintalabios, más que MacGyver a su chicle.
Te disculpas, sales pitando al pasillo, hoy no te esfuerzas en llegar a la cafetería te conformas con una dosis industrial de máquina y te pides un americano. Y te lo bebes cual yonqui con su dosis. Tu particular droga, tu pequeña dependencia, tu rincón de positivismo inyectado. Ahí va.
Calentito, de cualquier calidad, cafeína.
Y vuelves a tu sitio de trabajo, el cielo dirías que se ha despejado, qué día más soleado, cálido y fenomenal.
Y pasas frente a la mesa de tu compañera y cacareas sobre el programa de tele al que estáis enganchadas, seguís, comentáis y despellejáis a todo títere viviente, te disculpas por lo borde y seca que has sido antes, compartes, disertas, comentas. Ya no te sientes un bicho viviente rellenado con mala hostia. Ahora eres esa persona maravillosa, dulce y encantadora cual muñeca Nancy, sin atisbo de mala intención.
Y vuelves a tu sitio gloriosa, te vas a comer la jornada laboral, la vas a arrollar, a diseminar, desmontar y volver a montar, no dejarás informe a medias.
Y para mañana te pondrás dos alarmas: una para salir de la cama y otra para tomarte el café, antes de interaccionar con nadie. Por el bien de la humanidad.
Descafeinadamente.
La Suelta.
Antes también era adicta al café, sobretodo en época de exámenes y trabajos interminables, lecturas, traducciones… y cuando necesitas dormir 5horas (en vez de 7) para aprovechar y trabajar al máximo. Ahora, he encontrado algo mejor que el café, el yoga. Al contrario de lo que muchos piensan no es tiempo desperdiciado, es tiempo invertido. Suerte! 🙂
Qué buena!!!
Cuanta cafeina!! 👏👏👏
Go on! me encanta!
Porque será que la cafeina sienta tan bien en esos dias tan grises??