¡Qué sueño!

¡Rifo mi cuerpo, lo regalo, lo doy, lo cambio!

Sobre todo cuando se desvela, se angustia, a la 3, las 4… De la noche. Caen los minutos y se ensanchan las PREocupaciones, se torna la angustia en mayúsculas y pesa la noche. Pesa y pesa.

3:00

Y miras la hora, me doy la vuelta y otra vuelta.

Un pipi. Un vaso de leche. Un post. Una angustia y otra. Un miedo.

¡Un ladrón! ¡Ay! ¡No! Era un gato.

3:30

La noche se alarga se hace eteeeeerna.

Como este post.

No acaba.

¿Sueño? No lo percibo.

¿De donde vendrá el sueño? ¿Del cerebro? ¿Del corazón? ¿De mi alma?

¿Quién produce mis sueños? ¿Quién es el guionista de mis sueños?

Se apodera de mi la angustia: mañana me deja! Fijo! Me ha dicho un “hasta luego…” Muy seco. ¡Qué raro!

4:10

Ya han pasado 40 minutos.

Me odio, a mí misma. Y este run.run en la boca del estómago.

Y sigue. Ronronea y no calla.

Es culpa mía.

Todo es culpa mía: la lluvia, el viento, la crisis, todo es culpa mía…

He de pensar algo para solucionarlo.

¿Me pongo a trabajar?… No. Eso ya sería de psicoanalista. De traca.

Pero él… ¡Fijo que me deja!

Se acerca el reloj a las 5…

Aaaaaaah! Un bostezo.

Pareeeeeece que tenga aaaaaaaalgo de sueño! ¿No?

Ahora… Ahorita…

No.

Vuelta, me coloco el pijama se me ha envuelto en la pierna.

Reproduzco la conversación en caso de que me deje…

«Yo más…»

Me duermo hacia las 5:30….

Sueño profundo.

7:00

Bip.bip.bip.

¡Qué ruido es ese!!!!?? Parece que me arranquen la vida, que una losa cierre mis párpados…

¡Quéeeeee sueño! ¡Diooooooos!

¡¡Que me muero!!!

¡Que se quede otro mi cuerpo indominable!!

Mi caprichoso horario de sueño…

Me miro al espejo, simple espectro de lo que puedo ser.

Nada que no arregle una buena capa de antiojeras, maquillaje, maqueadita.

Me digo, me juro, me prometo, me automotivo. “Avanti avanti, bella! ¡La piú bella!”

Y salgo a la luz del día…

¡Aaaay! ¡Duele!

Soy como una rosa…. En invierno.

El sol pesa. Mancilla, quema.

Miro a la gente vigorosa, inquieta, decidida…

¿Qué les han dado durante la noche…???

Me falta sueño.

No cuento las horas de sueño.

Quedo con él a la tarde.

Encantador, atento, delicado… ¡Seré paranoica!

Un día de estos abro un blog de esos…

Desvelada.

La suelta.

Un caso no es representativo.

Esa noche se alinearon los planetas, se pusieron de acuerdo las estrellas, tu punto de soltura era el de antes de “ponerte pesada” y el de después de “llevo un puntito”. De repente en medio del bar con tu amiga del alma, aparece el tío más bueno que hubieras visto en persona, no una estrella de cine, ni maqueado por el Photoshop en una revista. Lo estás viendo con tus propios ojos, podemos decir que lo estás viendo en alta definición, pero dado tu grado de locura de esa noche… todo puede ser subjetivo.

Y ese tío con pinta de no haber roto nunca un plato, con sonrisa picarona y mirada fulminante, te mira. ¡A ti!! ¡Sí, sí, a ti! Porque miras detrás de ti y no hay nadie, salvo la entrada de servicio. Le miras y te señalas interrogándole. ¿es a mí?. Sí, sí, dice con el gesto, desde el fondo de la barra. Sonríe, bebe de su copa y se acerca decidido.

¡Ay! ¡Dios!! Que en realidad no soy tan fiera, ni tengo tanto vocabulario, no soy tan guapa ni tengo medidas de infarto. ¡Me confunde con su prima, fijo! Atacas tu copa a ver si un grado más de alcohol en sangre te resuelve el conflicto. Interiormente sabes que sólo puede agravarlo. La lengua ya está suelta. Si sigues soltándola, no conseguirás dominarla, ni pararla. Siguiente parada: pastosa-ridícula.

El chico de mirada directa, sonrisa irresistible, efectivamente te está preguntando por ti, que qué haces tú por este bar, que no te tiene vista. S.O.S. Esto no es una peli es mi vida y nadie está grabando con cámara oculta… crees. ¡No me sé el guión!!

Le explicas, le cuentas, sigue preguntando y la memoria ya no recuerda las palabras, sí los gestos y esa sensación de volar. De soltura. Tu boca emite coñas que tu cerebro desconoce. Vamos mal.

El tío te pregunta que si te vendrías con él a dar una vuelta, tu cuerpo te dice que si quiere que te secuestre, durante unas horas nadie te extrañará. Te haces de rogar, es lo que toca. Por dentro piensas: “¡ay, nena, que el tipo se nos echa para atrás!”.

y “¿a dónde?” Y “¿porque?” “Mis amigas me buscarán…”

¡Qué excusas más malas! ¡Dios! Si no quisieras nada, ya le habrías echado un moco que el pobrecito hubiera salido volando.

Entonces le ves venir, te acerca esa carita de melocotón, sus ojos se clavan en los tuyos, buscando la vergüenza y la encuentra… ves cómo se inclina y se para a dos dedos de tus morros, te mira y sonríe, dominando la situación el muy cabr…! Te coge con las manos de la barbilla… ¡te quieres derretir!! Y te besa. Despacio. Quedándose con la humedad de tus labios, después con lengua, tan despacio. ¡Dios! ¡Qué tío! ¡¿Dónde estabas desde que naciste!!?? ¡Lo quieres grapar a tu cuerpo!

Acto seguido te coge de la mano y te lleva fuera, dejándote convencer. Le grafías a tu amiga que esto es un bombón y no puedes quedarte… “ciao, ciao! Mañana te cuento!!”

Atropelladamente llegáis a su apartamento, te besa desnudándote, con una mano quita el sujetador (gran prueba a todo tipajo nocturno con entrenamiento en otras damas…), quieres hacer copia de seguridad de todo lo que está pasando, quieres otra vida para volver a vivir esta noche, te dices. Te empuja a la cama, tú medio desnuda, él en calzoncillos, luz tenue, sin música, sin palabras. Se desnuda…

…y… el tipo no es que la tenga pequeña… es que la tiene XS, no sé cómo grafiarlo sin herir sensibilidades. Él sigue, tú has bajado dos enteros. Te dices a ti misma que hagas acopio de toda la bibliografía porno que cayó en tus manos, que el cerebro se ponga a mil, porque es el otro órgano de tu cuerpo, a parte del clítoris, que te puede provocar un orgasmo, no quieres que la noche acabe en fiasco, esto hay que resolverlo.

El chico pone toda la carne en el asador, pone creatividad, tira de películas y de vocabulario. Debe estar examinándose del kama Sutra con tu cuerpo. Tú estás a medias. Después de la sorpresita.

Poquito a poco, lentamente y concienzudamente consigues llegar al orgasmo. Un orgasmo notable. Muy mental, para qué engañarnos. Pero orgasmo. El chico tiene otras cualidades, obvio: sensibilidad, empatía, delicadeza.

Acabas acurrucada en el calor de su abrazo, en la tibieza de su piel. Te preguntas: ¿ha sido sexo? Porque si hay cariño y caballerosidad… no me liga con la palabra sexo!

Siempre habías pensado que el tamaño no importaba, o sí. No lo tenías claro.

Hoy ya sabes: debes seguir investigando. Un caso no es representativo.

Mentalmente.

La Suelta.

¿Qué es el amor?

–          El amor no existe, es una farsa.

–          Sí, debe existir. Si no…  ¿Para qué? ¿A cuento de qué?

–          Todo es mentira, es un montaje. No es duradero, no es verdadero.

–          Me niego, ha de existir. Yo creo, lo he leído, lo he visto. ¡Hasta puedo sentirlo!.

–          ¿Dónde? Dame una prueba, por cada prueba, yo te daré una que te demuestre lo contrario.

–          El amor une, liga, atrae, junta.

–          Eso es deseo, no te confundas.

–          El amor se siente. Lo llevas dentro.

–          También puedes sentir dentro el sexo.

–          El amor es más fuerte, más leal, más firme, más intenso, más “nuestro”. El sexo es el tu+yo.

–          El odio también puede ser intenso.

–          El amor es limpio. No hay intereses. El amor es promesa.

–          No, las promesas son matrimonios, entrevistas de empresa, mítines políticos. Y para limpia el agua clara.

–          El amor es aquello por lo que la gente es capaz de morir.

–          No, eso es la salud.

–          … capaz de matar.

–          Eso es locura.

–          Amor es creer.

–          Eso es religión.

–          Amor es mirarse a los ojos y saber lo que la otra persona está pensando.

–          Eso es complicidad, puedes tenerla con un amigo. “Feeling”.

–          Amor es no tener que decir lo siento.

–          Piensa en una persona que sientas que quieras. ¿nunca le dijiste “lo siento”? ¿por eso dejas de quererla?.

–          Amor es no desear acostarte con otras personas.

–          Eso es ser fiel.

–          Amor es querer el bien de esa persona por encima de cualquier cosa, es perseguir su bienestar, pelear por su felicidad, sentirte bendecida por su sonrisa y saber que tú estás en la causa.

–          …

–          Amor es necesitar la compañía de esa persona.

Sacar tu yo más auténtico a su lado.

Es el pegamento que une los iguales.

Que convierte un uno más uno en un gigante.

Es perder sentido con su ausencia.

El amor te salva. Te eleva.

El amor es abrigo.

–          Sigue…

–          El amor ve los fallos, los reconoce y acepta.

El amor no se oculta, se muestra, emerge, se lee en los ojos.

Se oye en las risas.

El amor no miente, no engaña, no teme, no huye.

Es valiente, sostiene, persevera,

mas nunca desfallece.

El amor es invencible.

Es gigante. Enorme. Transparente.

El amor es mío, es tuyo, es nuestro.

El amor es magia. No se explica. Se siente.

Sentimental.

La suelta.

¡Feliz día de San Valentín!

¡Me voy de rebajas!

O de compras. ¿A comprar qué? ¡Qué más da!

Estamos en Enero, todo está reventado de precio. ¡Es mi momento!

Porque necesito… mmm… necesitar lo que se entiende por necesitar ¡No! He de ser sincera. Pero… unos pantalones para llevar con aquella camisa estampada, que es tan peculiar, personal, irreverente, descarada y llamativa… que nunca me pongo, o nunca me atrevo a ponerme, o nunca combina. Pero si encontrara esos pantalones que le fueran como anillo al dedo, estoy segura que triunfaría, divina sería mi apellido.

Me prometo plantarme prontito en la calle de las tiendas, no sea cosa que con el barullo se acumule la gente, se desordene la ropa y la menda no encuentre nada. Y eso no puede ser.

Entro en la tienda que más me mola, la más de lo más. A la que nunca entro porque me pierde el textil y el numerito que veo en la etiqueta o me seducen silenciosamente los bolsos ahí colgaditos, tan monos, de piel auténtica, ese tacto…. Empiezo a mirar y descubro unos pantalones increíbles… busco mi talla. No está, como no: Son rebajas.

Me digo que en nada bajaré los cinco kilillos que me sobran… voy a probármelos, igual…  igual suena la flauta… y ésta me baja 5kg de golpe ¡plus! ¿No? ¡Nena! ¡ilusa!

Resulta que los probadores son con espejo compartido… ¿dónde se ha visto!? ¿Los decoradores de tiendas nunca han tenido complejos o inseguridades? Se han visto divinos siempre… y ¿qué pasa? que se miran al espejo cuando hay extraños delante… joooo! ¡Que una tiene su pudor! Voy a tirar de imaginación y me voy a suponer que estoy sola, no hay nadie y soy la copia viva de la Giselle Bundchen… en moreno.

Los pantalones no entran. Ni dentro del vestidor, ni fuera supongo, pero paso de mirarme así en el espejo…

Paso.

Me llevo unos pantalones muuuuy parecidos de mi talla, paso de probármelos y unos pantys súper originales. ¿Los necesitaba? Mmm. No! (*jolines la conciencia con la preguntita de si lo necesitaba! ¡Me encantan! ¡Punto!) Pero ahora que los he encontrado no podría vivir sin ellos, están hechos para mí. No sabía que existían. ¡Suerte que he venido y los he rescatado del anonimato!

Sigue mi andadura en otra tienda, donde medio peleo con sonrisa educada con una señora por un gorro. Al verlo ni plim… pero al ver que me lo quería quitar de mis propias manos… aaah! No! ¡Eso sí que no! Me lo quedo ¡¡por supuestísimo!! Ahora me parece arrebatador incluso.

Empiezo a calentarme. Ya estoy rodada, tienda que entro tesoro que encuentro. Ya no puedo parar, no hay stop. ¡La visa dice para! ¡Mis piernas dicen para! Mi conciencia no osa decir nada. ¡No tengo actualizada mi aplicación del sentido común! ¡Y yo de rebajas!

Es que (así comienzan todas las justificaciones absurdas de la humanidad, cariño!) un instinto de hambre superior a la necesidad me lleva a pensar que si dejo de entrar en las 20 tiendas que me faltan… 20 tesoros que quedarán ocultos a mis ojos y otra persona los descubrirá y se apropiará de ellos. Y es que este Enero hay cada ganga que ni soñarla. No sé si me quedan días de invierno para ponerme todas las prendas, bufandas, jerseys y pantalones que he llegado a rescatar.

El problema después es combinar cada uno de ellos en un conjunto… real. Pero bueno, ¿qué más da? el tema es que el tesoro esté en el cajón de mi casa y no en el de la arpía aquella que me quería robar MI súper gorro.

Yo que nunca llevo gorro.

Al final acaba el día, por suerte. Cierran las tiendas y no te queda otra que largarte a casa. Cargada de tesoros, gangas y gangones.

Y es que se ha apoderado un Alien de mi cuerpo que me empujaba a comprar, gastar, despilfarrar, llevarme… sin probar! Y… ¡siguiente! ¡soy lo peor!

Llegas a casa y… piensas: ¿qué hago? ¿Enseño toda la colección de tesoros rescatados?

¡Bah! ¡Paso! Hará un cálculo rápido del gasto por minuto que he tenido y me hará alguna pregunta retórica de ¿para qué quieres esos pantalones? Y yo responderé: para combinar, cariño. ¡Que tú no lo entiendes!

Pirata.

La Suelta.