Se avecina un nuevo año y desechamos éste usado. Porque está tan usado como la palabra “crisis”. Pero me he dicho que este año voy a desempolvar la palabra divina y me la voy a colgar a la espalda. Me voy a enderezar. Año de revolución interior, de mutación, de cambio de piel. Reinvención total de mí misma. Pero he de priorizar mis propósitos. No demasiados que después mi energía se despilfarra y pierdo el Norte.
No voy a invertir energía en frentes u objetivos secundarios tipo:
Mantener el trabajo y/o promocionarme.
No aumentar mi armario innecesariamente con prendas tipo chaquetita con cremallera cromada o de un color ligeramente diferente a la que ya tengo, visto, uso, desgasto y pisoteo en las guerrillas nocturnas o diurnas; o zapatos ídem que los míos pero con 1cm menos.
¡No enfadarme o gritar sin necesidad! Que una tiene un status y hay que mantenerlo, pero se pierde en esos momentos o pequeños instantes de explosión innecesarios… Pero Aix! la mala leche le juega a una malas pasadas…
Controlar lo que gasto y por donde se evapora el dinero el muy h.p!! No comments!. Merece otro post!
Tirar o revender cosas que no uso… Puf!!!
O… Propuestas más trascendentales como decirle a la gente que adoro que realmente les necesito y esos grandes detalles que dan sentido al mundo.
Me voy a centrar en dos frentes, mi salud y mi conciencia! Que son ¡tanto!
Ahí van:
Dejar de fumar. ¡De verdad!
No valen excusas: ni el cigarrito de media mañana «para salir de la oficina a tomar el aire», ni el de la noche porque es imprescindible, ni el de «para socializar», ni «voy dejándolo». No hay miedo. De verdad. Me compro un container de chicles y ¡a por todas!
Quitar los kilos que me sobran y aquí voy a echar el resto. Este punto merece un post expresamente… porque la de fuerza de voluntad que hay que recoger para no pegarle un bocado a ese Brownie, tortilla de patatas o lo que se te ponga delante. ¡Por Dios! Y ¡no basta! ¡Acabo pecando siempre! ¡Qué delirio!
No llegar a la quinta copa. No es necesario (de nuevo). En la primera me suelto, en la segunda se suelta mi lengua, en la tercera ya no sé qué se suelta. En la quinta ya se ha perdido todo. Y mira que no digo: ¡no beber! Hay que socializar, relacionarse, integrarse. No me voy a poner propósitos imposibles… ¡la cabra tira al monte! ¡Que una tiene sus debilidades!
Conocer un tío normal. ¡Qué importante!
¡Normal! Y cuando digo normal, digo que no esté casado, que no tenga novia pero vaya a dejarla, que no se vaya de viaje a investigar el sexo de los mejillones del Amazonas (¡juro por Dios que existen!), que no sea experto en tirarse en puenting exclusivamente, ni se pase todo el día fumando, que no me vea como la circunstancia de compañía del sábado noche, que valore y escuche mi opinión, que pueda quedar conmigo en horario diurno. Que tenga ganas de saber de mí como persona y no sólo como cuerpo. Que busque una relación normal y no las esquive cual lateral de la autopista.
¡No follar con tíos que no conozco!
Que no tienen por qué ser los mismos que el punto anterior. Esto es lo peor de todo. Y este punto es básico. Más de lo que os parece.
Más que nada porque al levantarte no tienes tema de conversación. Y suele dolerte tooodo… hasta la conciencia. Y lo primero que preguntas cuando te despiertas en bolas en casa ajena es muy feo que sea: ¿cómo te llamas? ¿Tú quién eres? ¿Cómo he llegado, me trajiste, vine (voluntaria o forzadamente)? ¿Eres un violador? ¿A qué te dedicas?… O cosas por el estilo. ¡No quieras saber! Y así pierde una su charme…
Y es que a veces soy lo peor. Pero sobre todo porque… ¡Se entera mi abuela y me mata!!!
Por estos cuatro puntos que voy a poner tolerancia cero. El 2014 va a ser mi año y el tuyo. El nuestro.
Resuelta.
La suelta.