Llegó la Navidad y con ella los Regalos, fantásticos regalos, personales, impersonales, con ticket regalo, sin ticket regalo…, con dedicación, sin, con papel de regalo… mmm ese papel de regalo: algunos regalos son tan bonitos que vale más el envoltorio que lo que hay dentro. Hay papeles de todo tipo, dan ganas de empapelar la habitación. Nos fascina el papel de regalo.
Tengo una amiga que cuando se compra algo para sí misma… ¡pide que se lo envuelvan! La fantasía del regalo, o la íntima picaresca de ver a la dependienta pelearse con el papel, el celo y los pliegues. Algunas tienen arte, otras… no tanto.
Regalos, el misterio, el ¿qué será? ¿le gustará? ¿me gustará?. Hoy muchos han optado por la vía pragmática: hacer lista de regalos. Qué cosas queréis, deseáis o necesitáis. Se acabó la magia, la improvisación, la creatividad del regalo personal y dedicado. Pero es que hay tantas fiestas, tantos amigos, familiares, aniversarios. Que la creatividad no da para tanto… ¡un año tras otro! Pero digo yo que una cosa es hacer lista de regalo… “para dar ideas” y otra no dejarnos ni la talla, ni el color ¡sólo nos falta poner la referencia! La magia para el David Chipperfield, ¿no? En Navidad al grano.
Porque luego está el palo de ir a cambiar regalos… ¡paso! ¡no coments!
Los regalos navideños son impuestos no sé por quien, ¿por la tradición? ¿De qué? ¿En qué historia de navidad contaba que se deben hacer regalos? pero bien, aceptamos todos: toca regalo!
Navidad, reencuentros entrañables, familiares…
Y en la comida de familia, con la tía que nunca ves pero que tanto aprecias, te saca un regalo, jo! El papel en este caso no es del que te empapelarías la habitación… lo abres y sacas unos patucos hechos a mano (no tiene ticket regalo, no hay tienda, no hay posibilidad de “decir: me gusta mucho (subtexto: después lo cambio!)” te lo miras y no consigues definir el color de la lana, lana gruesa tejida a mano… tienen pinta de ser cómodos de narices! “muchas gracias, cariño” lo dices de corazón, piensas interiormente que no te los pondrás nunca… pues son de un estilo diametralmente opuesto al tuyo. No son feos, son diferentes a lo que tú escogerías. Pero los miras y ves todo el cariño que pusieron en tejerlos… estas cosas pasan cuando no hay lista de regalos ni referencia, color, ni talla.
Y en algún momento del día acaba el fasto, la fiesta, la comida y se acaba el turrón, se cierra el día y alcanzas casa, te desmontas, te quitas la lencería, la puntilla, la media y la lana, te desmaquillas… te pones en chándal, camiseta y apuntas al sofá. Y de pasada ves como los patucos medio salen de tu bolso en la entrada. Te acercas, los coges, los miras y te los pruebas… ¡son súper cómodos, qué narices! ¡qué gustito! Después del día tan largo… piensas que si estás cansada será de comer, de cacarear, cantar, bailar o escuchar al tío. Porque hoy es festivo, pero estos patucos… ¡qué delicia!
Y ¿cómo te has puesto unos patucos tan diametralmente opuestos a tu gusto? Pues con el ingrediente que amalgama los opuestos: con amor, con aprecio, con mucho agradecimiento y sin pizca de prejuicio!
Afectuosamente.
La Suelta.