Esa primera vez compartida. Aquella llamada y el “¿quedamos?”…
En una relación más o menos formal hay una primera cena más o menos seria, una primera cita podemos decir “a solas”, allí donde las miradas son tan cortas que se tocan y los silencios tan intensos que te acarician.
Allí donde se ruboriza el escote con sólo mirarlo y nuestras entrañas se mojan de pensarlas.
En esa primera cita nunca sabes qué ponerte, una obviedad, no quieres parecer su hermana, pero tampoco la fresca del pueblo, no quieres que te etiquete de recatada, pero quieres demostrarle que tienes potencia si te lo propones.
No quieras enseñarlo todo, pero deberás insinuar al máximo.
El escote no puede ser un cartel de tráfico que permita la entrada, pero no puedes ponerte el cuello alto que tanto le gusta a la yaya.
Te voy a poner algunos ejemplos:
Elementos prohibidos:
Total look extremadamente ceñido: aparte de que quedó en la recámara de la moda;
zapato imposible, fíjate que digo zapato, no taconazo. Lleva aquello que te haga sentir bien.
4kg/cm2 de maquillaje: chicas, se corre todo en los mejores momentos.
Así evitarás levantarte, si se da el caso, en cama ajena con un careto en modo dinosaurio del pleistoceno.
No hace falta que diga que la ropa interior no será aquella que usas para “estar por casa”, no conjuntadita, ni de Mafalda, Snoopy o elementos de animación varios, eso queda para las relaciones consolidadas.
Prendas permitidas:
Escotazo, como si tal cosa, aquel que parece que no lo quiere ser, pero enseña el borde de nuestro sostén… sin querer. En realidad ¡tú eres una buena niña! Sólo que tienes alma de macarrilla… aix! ¡Qué despiste!
Blusa holgada, que a veces despistadamente cae… o en su formación textil permite la intuición de lo que envuelve.
Minifalda de aspecto formal pero de peligroso escaso desarrollo…
Pantalón ceñido, siempre es mejor ceñido que holgado, hasta en nuestras peores versiones.
No enseñes, si la obra no está para ser mostrada.
Y entonces llega ese momento en el que después de comentar y decidir adonde ir, qué comer, qué visitar, por donde pasear, qué película ver… llega ese momento en el que os quedáis a solas, os miráis honestamente a los ojos y surge el “háblame de ti…” oh! No!!!
Pasan un montón de fotogramas por tu cabeza, pasa gente, lugares, novios, familia, hobbies, logros… bueno, pues en ese momento de desnudo de adornos, sinceridad buscada, nunca, nunca y digo nunca, N+U+N+C+A: hables de tus relaciones pasadas, exnovios, examantes.
¡No es necesario!. No crees una comparación. No aporta en positivo de su percepción sobre ti.
Sirve este momento de gran momento de tenis: él pregunta algo, pues tú responde pero busca la siguiente pregunta, dale pie a qué él te explique y escucha.
Porque no sé qué gusanito interior nos ataca queriendo demostrar que hemos estado con otros hombres, quizá con más hombres que él con otras mujeres, pues pareceremos recatadas, buenas niñas, pero también hemos librado grandes batallas y conquistado grandes plazas, quizá más grandes que ésta e interiormente algo nos empuja irremediablemente a compartirlo con él.
¡NOO! NUNCA. Pues hay algo en su interior viril que se siente siempre gravemente herido. De eso no sé la explicación, se ha constatado el hecho: es algo que sobra.
No quiere decir que si algún día o momento futuro él quiere saber la verdad tú puedas contarle que conquistaste la plaza más ansiada, la más difícil, que conociste a hombres viriles, interesantes y demás, que experimentaste con el sexo tantra, con la cantidad y con la calidad, que sabes a ciencia cierta que ese tópico del “tamaño no importa” se lo venda a otra, pues tú has saboreado la verdad, pero eso será en otro capítulo de vuestros encuentros.
Estamos hablando de la primera cita formal compartida, esa donde tiene que tener ganas de volver a verte, ganas de saber de ti, misterio por conocer los entresijos de esa misteriosa, divertida, sexy e inquietante chica que le ha sonsacado todos sus secretos sin apenas hablarle de sí misma.
La inquietud por una persona no está en lo que te cuenta de ella
si no en lo bueno que consigue sacar de nosotros.
Nunca! Chicas! Nunca!
Quemaréis con vuestros examoríos todas sus ganas por volver a saber de ti!
Honestamente.
La Suelta.